30 septiembre 2012

La despedida

Porque aquí tienes el caso de un unicornio a punto de llanto: ante la abundancia del Edén, la desolación del destierro. Bajo esa vieja teoría del hechizo implícito en el nombre, aquello de soltar un puñado de letras y atar llamando las cosas y los seres, este unicornio gris sigue una pareja taciturna en el destierro. Maldice aquello llamado lealtad, todavía con significado entre vergeles, manantiales y árboles de la ciencia. Pero ahora la promesa de fidelidad es una maldición sobre las arenas y bajo el sol, sumergidos en este olor agreste llamado pecado.

Adán nombró primero al unicornio con un fin que tuvo un término. Y ya llegará el tiempo de doncellas puras que lo sometan. Pero en el exilio la nobleza es sólo un puré de manzanas, podrido y morboso, tomando la forma del fastidio y el hambre. Y ya llegará el tiempo en que hablen de un cuerno milagroso, de la realeza de su porte. Pero aquí, en el exilio, siguiendo a Eva que sigue a Adán, una lanza es suficiente para atravesar dos cuerpos.






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