22 marzo 2012

La visita que no lo es

Me fastidia la categorización ingenua (o cínica) de la presencia del Papa como una visita de Estado. El Vaticano lo es, de hecho, y eso justifica, en un marco de relaciones diplomáticas, los costos derivados de la logística de seguridad, movilización, estadía e incluso entretenimiento. Gastos mínimos u onerosos, más o menos.

Pero lo católico monopoliza, o lo intenta, un sistema de creencias que deviene ideología conservadora y se rentabiliza en esta ocurrencia electoral. La Iglesia Católica es una institución de fe, pero también un agente de socialización de bienes de salvación que se relacionan directamente con partidos determinados que pueden resultar beneficiados ante la facultad de disuasión y persuasión de un pastor-guía-padre que juega las cartas de un jefe de Estado. Es simple la mirada de la coincidencia: no un año antes, tampoco en el 2013: ahora aquí, en la casualidad de las iniciativas para modificar de ley la libertad de las religiones, en la cercanía azarosa de una votación estratégica, en una crisis de feligreses clave que podría definir un panorama de apertura hacia ciertas libertades civiles. Visita oportuna y oportunista. 

Un Estado evalúa la coyuntura de una país y considera la viabilidad de una visita diplomática: hay momentos sensatos e instantes obligados, también situaciones complejas que deberían dilatar encuentros, por respeto, por solidaridad a sus procesos internos. Las declaraciones de Benedicto XVI tienen un valor simbólico y funcionan como eje opinativo para millones de posibles votantes. Ningún otro jefe de Estado genera este poder de canalización de actitudes: no ayuda a construir un escenario justo en un país que se precia de laico y de una democracia donde el equilibrio es fundamental. La visita papal no respeta la necesidad civil de estas condiciones. Falta definir si es por pésimo gusto, falta de consideración o por mera asunción como la organización política que de hecho también es. Si viene de buena fe, debería saber que la capitalización que harán otros de su presencia no necesariamente la tiene.


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