Porque confesar no es ceder: el desvelo no significa quedar desnudo. Porque prefiero un secreto perdido a un silencio repleto de sinsabores, vulnerable desde sus malentendidos mudos. Luego, el potencial de una conversación, venidas e idas.
Pero, me cuentan, es frecuente que la expectativa de conversar devenga en monólogo, y el silencio en el otro es la ominosa respuesta, la exclusión de las posibilidades donde hasta los grillos se ponen incómodos.
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