22 septiembre 2006

Agua de horchata


Algo se exprime, machaca y mezcla: algo se endulza. Luego tienes una bebida que te levanta el ánimo bajo el calor, tal vez te conforta. Quizás por ello en México la palabra horchata tiene otra acepción: algo que también te reconforta en su multiplicidad, te levanta el ánimo en su cadencia. Algo también se endulza, se mezcla, machaca y exprime: la carne.
     El problema son las moscas muertas, los engreídos moralistas, los asustadizos de los números. Valido el dos en la cama, cualquier adición se representa como vicio, falta de llenadera, gula de entrepiernas. Tenemos tan interiorizado el esquema de la pareja que las triadas y los cuartetos se nos muestran poco verosímiles, demasiadas las intersecciones. No hablemos siquiera de otros polígonos más exigentes. Los números no deberían vestirse con moralinas. En lo particular el tres me parece un número perfecto: explotable, explorable.
     La horchata forma parte de las conversaciones incómodas casi a nivel de mito urbano: qué susto, qué asco, yo no participo o, sobre todo, no lo reconozco: no vayan a pensar que la porno fuera de cámaras me agrada tantito, que la sordidez me allana mis buenos modos, que mis fantasías se pudieran cumplir ligeras y me gusten las fotos que me tomaste. El sexo plural parece que no se lleva con la gente decente. Tiempo atrás, cierta persona se asombraba con mi facilidad discursiva al respecto y, asustado por mi bajeza moral, tuve que recordarle su comportamiento de lo más oral con el sacerdote de su lúbrico retiro católico: se puede cambiar de santito en diez minutos y rezarle con diferentes devociones.

     Cierto amigo me aseguraba también hace años que jamás participaría de tales encuentros. Su argumento central era la torpeza posible de su carne, el desenvolvimiento de su cuerpo confrontando dos o tres frentes: expuesto desde varios flancos. Es el mismo principio de apagar las luces: el pudor te protege más allá de las calenturas, aludes al romanticismo de encontrarse sólo dos miradas entre las penumbras. Luego terminas y te vistes aprisa, pudoroso, antes de que te vean más de lo permisible transcurrido el deseo. En la horchata es lo contrario: requieres del cinismo de una libido despojada de hipocresías. “Esta oscuridad no es para cuerpos tímidos” dice un verso de Kavafis. Necesitas adentrar y retirar, enlazar y aflojar, conciliar saliva, dejarte impulsar por los múltiples vistazos de los posibles engarces.
     Además de la franqueza para con tus deseos, para participar de la sexualidad múltiple se requieren a priori ciertas competencias: voluntad y desparpajo, buen humor e intimidad negociable, también un poco de distancia afectiva. Es una tontería involucrarte en medio de un colectivo de sexo. La horchata vale sólo por el instante y el recuerdo cómplice, no por la sutileza de perennidad implícita en el drama amoroso: necesitas distender el enlace entre la monogamia y el hedonismo. Es de pésimo gusto que desfogues un trío y después comiences con fantasías de pareja: necesitas el sentido común de la frivolidad decadente y el temperamento de la amistad. Desde mi experiencia, una relación establecida de complicidad amorosa puede dañarse por la desigualdad moral sobre el rumbo del vínculo de pareja, no por las ingenuidades de un tercero que maximiza su relevancia afectiva en la cama ajena.
     Para una buena horchata necesitas no mentirte, ni involucrarte, ni asustarte. Necesitas ser un tanto cosmopolita, tal vez porque debe valerte poco la presión de los conocidos o la ingenuidad de ciertas tradiciones. Desconozco su frecuencia en la cándida provincia: debe ser más frecuente de lo que prejuicio. Agregaría un requisito más: debes fluir mediato, en corto, sin expectativas del mañana. Los mejores encuentros son producto del azar de la parranda y la malicia de los cómplices; los peores, los que desembocan en la improductiva culpa. Las reuniones planeadas suelen frustrarse o denigrarse bajo las expectativas, y luego lo mejor de la noche resulta sólo lo creado en tu mente. La mejor coalición es cuando reciclas alguien de tu pasado donde el deseo subsiste: la confianza cuenta en las sumas.
     Salir aturdido, adolorido, repleto de intersecciones: cómplice con tu lengua, fresca la cebada.

3 comentarios:

B. dijo...

Lo volví a leer y me dio sed. Curioso, ¿no?

Éctor Sandoval dijo...

lo interesante de estas experiencias es que se den, no en la embriaguez, así ni te enteras de lo que pasa... creo necesario tener en claro y estar completamente presente...

Éctor Sandoval dijo...

errata: tener en claro lo que esta sucediendo...